29 septiembre 2006


Estaba recordando mi pasado más cercano, en particular los momentos de más felicidad que he vivido, y ¡cómo quisiera retroceder en el tiempo y volver a vivir aquello!, quisiera ser una veinteañera otra vez que cree que el mundo le pertenece, hoy tengo 31, y no estoy vieja pero si tengo la madurez suficiente para entender muchas cosas, y también tengo la capacidad de poner freno a muchas otras, simplemente porque ya estoy grande para muchas niñerías, ¿y, qué si deseo hacer una pataleta porque me siento defraudada?, ¿de que me puede servir la dignidad de que nadie me vea estar mal si lo que necesito es patear piedras de la rabia que siento?, y mientras no logre entender el mundo que me rodea y las reglas del Manual de Carreño respecto a la cordura y las buenas costumbres tendré que seguir descargando mi rabia de la manera que conozco, escribiendo, dejando que mis dedos sean instrumentos de mi alma y de mi cabeza, que no deja de dar vueltas y vueltas para entender, porque mi compleja personalidad es así, cuadrada, científica y matemática, el correr de los años y las experiencias me han hecho así, una persona que para aceptar las cosas tiene que entender.
Y mientras la vida continúa y los días pasan sin pedir permiso a nadie y con el tiempo y mucho pesar me doy cuenta de no voy sumando años sino que voy restando los que me quedan para pasar a la otra etapa, para emigrar a un estado más evolutivo, a una evolución que es el resultado de los enigmas que lograré dilucidar aquí, en este hoy, en este presente.
Quiera la vida que la evolución de mi alma vaya en ascenso para no quedarme estancada por culpa de mis errores y mis miedos.

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